miércoles, 7 de mayo de 2008

Oh mi Dios!

Escurre el amor entre los dedos,
por cada pliegue que cuelga
somnoliento en la hondura.
Indeleble huella del destino.

Borrasca! siniestra desventura,
desafío hecho verso
sin hormas, sin moldura,
entre los harapos,
crispados del invierno.

Zarandea la lluvia en vuelo,
el segundo yerto que le acosa,
entre las sombras de la negra cabellera,
que asota
la mirada de la espera.

Se deshacen las aspas del olvido,
entre las notas
de la razón sin cordura,
sin auroras
que le besen las pupilas,
ni atardeceres coloreando sus mejillas.

Asoman las horas, adheridas
al granizo
del minuto y del segundo sin tregua,
su garganta ya sin alma,
entre sus dedos, tritura los sentidos.

Salpicado de esperanza desmayada,
el tapiz azul celeste de la hoguera,
agrieta la estancia ensimismada
de los ojos sin ventanas,
sin puertas ni persianas.

Sueña la conciencia maniatada,
sus locas hazañas
desbocadas.

Agreste el dolor despliega
sus alas dibujadas,
vuela a otros polos,
sonríe, se pierde en la hondonada.
Amanece, sus horas ya son nada.

13 de Marzo, 2008

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